A finales del siglo XVI, pero sobre todo a lo largo del XVII, los bailes populares hacen su irrupción en los escenarios, entrando a formar parte de entremeses y sainetes. Solían interpretarse en los intermedios o al final y en muchas ocasiones el éxito de estos bailes determinaban el de la obra entera, debido a que el teatro era por entonces el gran espectáculo en torno al que giraba la sociedad.
El público era mayoritariamente humilde, algo que siempre llamó la atención de los viajeros, que se cuestionaban cómo gente tan pobre priorizaba la diversión inmediata antes que otras necesidades básicas. No en vano el teatro nacional español nace en los patios de corrales y posadas, y la Sevilla del quinientos tuvo un papel central en ello. Este público de entonces no era, en lo que a la música se refiere, un espectador pasivo sino que intervenía activamente en el ritmo de la obra, a veces condicionando con sus peticiones el desarrollo del guión. Y es que también nos hablan los testimonios de la proverbial facilidad con la que surgía en Andalucía gente presta al baile, el cante o el toque, de modo que buena parte de los espectadores no eran gente común que buscaba entretenerse con bailes desarrollados por artistas, sino que eran artistas no profesionales que acudían a los escenarios a ver a gente que para su mismo arte estaban más dotados. Por tanto tenemos unos cantes y bailes nacidos en la calle que suben a los escenarios para desarrollarse y lucirse y muchos de los pasos o gestos artísticos de los profesionales retornaban a la calle de manos del espectador aficionado.
Por aquella época, si se tenían dotes musicales o dancísticas, sólo siendo gitano se podía aspirar a vivir de ello sin caer en la deshonra. Para el resto de la gente la profesión de cómico era algo necesario pero indecente, y de hecho la mayoría de las escuelas de baile reclutaban alumnos de entre gente pobre y dotada para el arte a los que se les atraía con comidas y trajes. También hubo gente acomodada que sucumbió a la tentación de la farándula, pero como dijimos, renunciando a su buen nombre.
He aquí algunos de los principales bailes que triunfaron en los escenarios y cuya música está en la raíz del arte flamenco:
La Seguidilla:
Nace en La Mancha en el siglo XV, a partir de coplas desarrolladas a partir del metro de la seguidilla poética, un género de arte menor. Desde allí se extiende a toda España, surgiendo multitud de variantes locales, destacando por su popularidad las manchegas, murcianas, madrileñas y sevillanas. Precisamente como sevillanas a secas acabarán evolucionando estas últimas.
Acabaron por convertirse en el baile popular español por excelencia, arrinconando a antiguos éxitos como la Zarabanda y superando en el siglo XIX al fandango, hasta el punto de que no había obra musical que no acabase con seguidillas.
Llevaba un compás de 3x4 y a veces de 3x8, y se bailaba en los escenarios con palillos, especialmente en el sur. Cuando el público las bailaba en la calle, utilizaba los dedos para hacer pitos (tal y como sucede hoy con las sevillanas) y añadía pasos de taconeo. Buena parte del repertorio lírico-flamenco bebe de sus coplas.
BAILE POR SEGUIDILLAS MANCHEGAS
BAILE POR SEVILLANAS
La Jácara:
Ya se habló de ella en los antecedentes rítmico-armónicos. Es un baile nacido en los más bajos fondos y se conservó gracias a su incorporación a la Escuela Bolera; muchos de sus pasos y movimientos aparecen en el típico baile por bulerías.
Destacó, durante todo el siglo XVII el Escarramán, una variante muy popular que toma su nombre del protagonista de sus coplas, un pícaro del siglo XVI que acabó condenado a galeras. Ya en aquellos tiempos el submundo generaba su propia épica.
El Bolero:
Hasta finales del XVIII los bailarines profesionales se limitaban a interpretar con destreza esos bailes que nacían en las calles, pero a partir de estas fechas serán muchos los profesionales que cansados de la vulgaridad de muchos de ellos deciden utilizarlos como base para una reinterpretación académica fuera del alcance del pueblo.
La creación del bolero se produce en La Mancha y se atribuye a Sebastián Cerezo en la década de 1780, quien utiliza como base la por entonces muy popular seguidilla. Multitud de bailarines profesionales añaden nuevos pasos (taconeos, saltos, trenzados, campanelas...) componiendo un baile que va perdiendo su raigambre popular pero que acaba resultando verdaderamente efectista. El momento cumbre de la interpretación era el “bien parado”, compostura graciosa con la que se terminaba cada baile y que se mantenía inmóvil mientras sonaba el ritornello de la siguiente copla. Su efecto solía provocar grandes aplausos.
Ayudó en su triunfo el hecho de que Carlos IV prohibiera en 1799 la representación de obras italianas, que por entonces amenazaban con apoderarse de los escenarios de media Europa.
Estébanez Calderón menciona al murciano Requejo como “nuevo legislador del bolero”, por codificar hacia el 1800 el bolero hasta hacerlo un baile clásico y canónico, ralentizando su ejecución para conferirle majestad y eliminando los elementos demasiado acrobáticos, lo que le valió furibundas críticas por parte de los que el Solitario denomina “partidarios del bolero disparado y rabioso”.
ESCUELA BOLERA: "Ole de la Curra"
Seguidillas Boleras:
Del mismo modo que la tradición musical andaluza viajó a América para mezclarse y retornó a su origen metamorfoseada, también se produjo un fenómeno similar de arriba a abajo con el bolero, el cual se inspiró en la seguidilla pero cuyo éxito hizo que ésta dejase de bailarse como antiguamente y pasase a incorporar una parte de ese nuevo repertorio de movimientos nacidos en las academias.
Estas nuevas seguidillas nacen probablemente en Murcia y su desarrollo histórico es paralelo al éxito del bolero. La gran diferencia es que en éste el artista se concedía la libertad de improvisar mientras que en aquellas el conjunto de pasos constituía un código cerrado destinado a ser reproducido en ambientes festivos.
BAILE POR SEVILLANAS BOLERAS
Boleras Populares:
El final de ese proceso se produjo cuando todo aquello del bolero que pudo ser accesible a la gente no formada en academias de baile acabó de nuevo en la calle, adoptado por el pueblo que intentaba emular la gracia y la elegancia de sus pasos, y en particular el “bien parado”, verdadero antecedente del desplante flamenco.
Numerosos testimonios de viajeros románticos confirman la facilidad con que la gente se arrancaba por boleras en cualquier reunión festiva. Estaban en cambio mal vistas por la elite que se sometía al dictado de los bailes que triunfaban en Paris, auténtica capital cultural de Europa en aquel siglo. Cuando alguna muchacha de buena familia se aventuraba a bailar algo que no fuera un vals o un rigodón, lo hacía en la intimidad de una fiesta privada, a salvo de ojos que pudieran menoscabar su prestigio.
La trascendencia de la Escuela Bolera para el desarrollo del flamenco es fundamental, porque la codificación que acomete de los bailes populares permitieron la conservación de su estilo. En particular dos elementos fundamentales: El uso de las castañuelas (también se le denomina escuela de palillos) y el uso central del braceo “a la española”. Ambos elementos se canonizan en los escenarios en la misma época en que las bailaoras flamencas empiezan a subirse a las tablas, de modo que la estilización que sufre el baile flamenco desde finales del XIX y durante todo el siglo XX, responde a esta influencia.
Así mismo, él éxito del baile flamenco en teatros de todo el mundo permitió que el aprendizaje del ballet clásico, de la escuela bolera y del baile flamenco, conformaran la tríada académica que se enseña en la danza española.
las seguidillas aun hoy no se sabe donde nacieron se cantan en castilla y andalucia, pero su cuna es incierta
ResponderEliminar¿Fuentes coreográficas concretas? ¿Bibliografía de referencia? ¿Ejemplos coréuticos concretos notados en Beauchamps-Feuillet o Laban?
ResponderEliminarGracias.