LA COLONIZACIÓN INTERIOR Y EL NACIMIENTO DE LA PALABRA FLAMENCO

Madrid, 1766. Aparece en la corte un ex-militar bávaro de dudosa reputación que exhibe cartas de recomendación expedidas por el embajador español en Viena. Se llama Gaspar Türriegel y llegó a alcanzar el grado de teniente-coronel sirviendo a Francia, probablemente como espía. Fue enviado a Prusia donde Federico el Grande lo manda ingresar en prisión y a la salida idea el proyecto de conformar un regimiento de mercenarios con el que servir a algún pequeño estado centroeuropeo en guerra pero ante las dificultades encontradas decide encaminar sus proyectos hacia la vida civil.

Cuando coincidió con el embajador de Carlos III en la corte austriaca le expuso su idea de reclutar labradores alemanes sin tierra para llevar a América en una época en que el flujo migratorio desde España parecía agotarse. Con esa carta de presentación se paseó por la corte a la espera de encontrar oídos y estos fueron los del alto funcionario Pablo de Olavide, el cual desaconsejó el proyecto por estar las tareas agrícolas de las colonias americanas en manos de indios y negros; no obstante consigue que el Consejo de Castilla reevalúe el proyecto con una sustancial modificación: La colonización podría llevarse a cabo, pero se realizaría en los terrenos peninsulares.

La expulsión de judíos y moriscos, el aglutinamiento de la población en torno a Sevilla, Cádiz y Granada y el incesante flujo emigratorio a América había dejado amplias zonas del valle del Guadalquivir y Sierra Morena prácticamente despobladas. Tierras fértiles en torno a la principal ruta de comunicación del reino (Madrid-Córdoba-Sevilla-Cádiz) que a consecuencia de ese despoblamiento se había convertido en un páramo donde los bandoleros campaban a sus anchas. Por aquel entonces más de la cuarta parte de los ingresos de la Corona provenían de los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén.

Era la época del despotismo ilustrado cuando se pusieron en boga por las grandes cortes europeas las tesis reformistas sobre asuntos sociales y económicos. Para el pensamiento iluminista el ser humano en sí mismo era bueno por naturaleza y eran las injusticias sobrevenidas por el devenir de la historia las causantes de las desigualdades y los malos comportamientos. Si se guiaba la conformación de una nueva sociedad conforme a directrices perfectamente planificadas muchos de esos males sociales desaparecerían y la humanidad entraría en una irreversible senda de progreso.

El proyecto ideado era sumamente ambicioso. Se fundarían multitud de municipios en emplazamientos idóneos y la suma de los territorios de esos municipios conformarían una intendencia aparte, una especie de provincia fragmentada bajo la autoridad del intendente Olavide. A ellos llegarían por mediación de Thürriegel laboriosos colonos procedentes de países centroeuropeos; el contrato establecía que serían un total de 6.000, alemanes o flamencos de nación, siempre de confesión católica y se establecían con exactitud los contingentes correspondientes a cada tramo de edad y profesión, si bien la gran mayoría serían labradores y artesanos, los cuales recibirían dotaciones de tierras, grano para sembrar, animales con los que crear cabaña y ayudas económicas en los meses iniciales. Junto a ellos se colocarían una pequeña fracción de población española, gente especialmente escogida que les ayudase a insertarse culturalmente sin que por ello perdiesen sus virtudes originales. 

Se esperaba que en un entorno tan proclive, con una mano de obra tan cualificada, en un territorio fértil y con toda la ayuda estatal, esa intendencia se erigiría en un gran polo de desarrollo agricola-ganadero que repoblaría las vacías comarcas andaluzas, que haría más fácil mantener el orden público frente al bandolerismo y su exitoso ejemplo serviría para incidir sobre la población nativa que a través del paulatino mestizaje acabaría absorbiendo las virtudes de esos colonos. Por todo el contingente Thürriegel recibiría unos dos millones de reales.

El primer problema surgió con las autoridades de los países de origen. En una economía preindustrial el grueso de la riqueza de un país consistía en la cantidad de población trabajadora, por lo que las autoridades prohibieron esa expatriación a pesar de que se les había vendido que se trataba sólo de llevar población excedente e inadaptada socialmente. Ello motivó que Thürriegel recurriese a reclutamientos clandestinos que migraron sin permiso de las autoridades.

El 17 de diciembre de 1767 llegan los primeros 163 colonos pero el gobernador de Almería echa para atrás casi la mitad. ¿La causa? No eran ni flamencos ni alemanes. Dos años más tarde llegan quejas a Olavide de parte de su viceintendente pidiéndole que no mande más; al parecer gran parte de ellos lo desconocen todo acerca de las tareas agropecuarias, se muestran reacios a los planes de colonización, algunos de ellos abandonan a sus familias y muchos piden los visados para retornar. La situación empeorará, además, a consecuencia de una epidemia de fiebre tifoidea que los diezma.

Ante los reiterados obstáculos interpuestos por el gobernador de Almería y ante el aluvión de quejas de las fuentes informantes, en la corte deciden deponer al gobernador y abrir investigaciones formales. Una de las principales vías, el obispo de Jaen, certifica que los párrocos de su diócesis se quejan de la holgazanería de los recién llegados y un enviado especial informa de que muchos son franceses y de que entre ellos abundan militares desertores, artistas o delincuentes...

Todavía durante todo 1769 siguen llegando, esta vez a través de otro enlace, un suizo llamado Yaucht. Para entonces la proporción de una familia nativa por cada varias docenas de foráneas está invertida ante la llegada de pobladores de otras partes de la región lo cual provocó situaciones extravagantes, como que un grupo de frailes capuchinos helvéticos hicieran prédicas racistas defendiendo el aislamiento inicialmente planeado de los colonos. El tono de estas proclamas creó ciertos disturbios que obligaron a las autoridades a deportar a Romualdo de Friburgo, el líder de la orden, el cual tuvo tiempo de denunciar a Pablo de Olavide ante la Santa Inquisición, lo que a la postre sería el inicio del fín de la carrera política del limeño.

Todavia en 1770 siguieron llegando colonos, que en parte comenzaron el inicio de las deserciones. Un recuento del año anterior daba una cifra superior a 7.000 y de 1771 tenemos el dato de que el total de las colonias superan los 13.000 habitantes pero de que apenas un tercio son extranjeros, es decir, que continuaban desapareciendo a un ritmo acelerado. Ya desde dos años antes, con la visita del enviado especial de la corte, se había decretado que se persiguiera a todo extranjero sospechoso, para poner coto a esas deserciones. En 1774, siete años después del inicio de la colonización, cinco años tras la punta máxima de inmigrantes, sólo se tienen censados a unos 3.000, sin que constase el retorno a sus países de origen lo que implica que aunque muchos pudieron volver la mayoría no pudo o no quiso acometer tan largo viaje.  Aquel idílico proyecto se había traducido en la suelta de varios miles de extranjeros ociosos, muchos de ellos ex-presidiarios o ex-militares precisamente en las comarcas donde más abundaba el bandolerismo.

Saltemos en el tiempo hasta 1783, año en que se publica la última pragmática contra los gitanos. Tras varios siglos imponiéndoles la obligación de asentarse en ciertos barrios de ciertas ciudades y de  tomar profesión aunque con la prohibición de adoptar algunas sobre las que pesaba la sospecha de estafas, en esta se opta por permitírseles asentarse en cualquier lugar del reino y plena libertad para escoger profesión: Se está dando el paso decisivo para la asimilación de gran parte de ellos. Las anteriores pragmáticas habían permitido que una parte importante de ellos se asentaran en las grandes urbes pero muchos otros se echaron literalmente al monte,  donde podían burlar con mayor facilidad la normativa regia y dedicarse al robo y el contrabando a la orilla de la principal vía de comunicación terrestre.

Desde el inicio de la colonización se detecta un doble flujo poblacional:

-Desde las colonias a los alrededores, como queda constatado en las miles de deserciones.

-Desde el entorno a las colonias, como se refleja en el hecho de que en los censos los no-extranjeros sean mayoría a partir del cuarto año.

Por tanto en las décadas posteriores al fracasado intento de colonización una importante masa de población flotante vagaba por aquellos territorios dedicándose a actividades delictivas. Entre ellos muchos gitanos, pero también alemanes y flamencos. Precisamente en esta especial circunstancia situaba el lúcido escritor italiano Mario Penna el origen de la confusión entre los términos flamenco y gitano, aduciendo que las anteriores hipótesis planteadas (flamencos del séquito de Carlos V, confusión entre gitanos y pobladores provenientes de Flandes, los campesinos árabes huidos o felah-mengu...) obviaban el largo lapso entre el hecho histórico que las fundamentaba y los primeros testimonios de la palabra flamenco.

En la pragmática de 1633 se prohibió el uso de la palabra gitano porque se consideraba que bajo ese refugio étnico se escondían moriscos y delincuentes. En las siguientes se mantiene y en la de 1783 se incide expresamente en ello, por lo que no es de extrañar que un mismo término acabase por englobar a lo que, en el fondo, era una misma comunidad, aunque étnicamente diversa.

Borrow atestigua que en tiempos anteriores a su viaje a España se solía llamar a los gitanos indistintamente flamencos o alemanes, aunque el segundo término estaba más extendido. Al mismo tiempo nos refiere que en 1840 (“at the present day”) ya sólo se les conoce como “flemings”, es decir, flamencos.

Mario Penna conecta esto con dos observaciones adicionales. La primera, que en jerigonza (el habla de los delincuentes), flamenco designa a la hoja del puñal o la navaja. La segunda que en Andalucía el término conserva el significado extendido de chulesco, pretencioso. Tenemos que por el tiempo en que Borrow estuvo por España uno de los grandes hits de la música de entonces era todavía el “Polo del Contrabandista” que describía con romántica viveza la peligrosa vida clandestina de un fuera de la ley.

Por tanto tenemos a gitanos mezclados con alemanes y flamencos, en partidas de bandoleros, exaltación musical de sus andanzas en pleno Romanticismo, constatación del término flamenco para definir a la vez esas actitudes y sus armas de pelea... Muchas coincidencias juntas.

El término flamenco como manifestación musical es varias décadas posterior, de hacia 1870, pero no para definir a los gitanos o a las gentes de mal vivir sino para denominar a unos cantes (fandangos, polos, serranas...) que no siendo gitanos en su origen si eran éstos con mucha frecuencia sus intérpretes. Es decir, que desde las más antiguas referencias el término flamenco como estilo musical ha estado desposeído de contenido étnico y ha servido para describir a la música andaluza que triunfaba en los cafés cantantes de la época post-romántica, fuese ésta o no interpretada por gitanos. La aparición posterior de determinadas expresiones diferenciadoras (cante jondo, cante grande, cante gitano...) han tenido éxito parcial debido a que han pretendido restaurar una pureza que probablemente nunca existió.


5 comentarios:

  1. Fernando, tengo entendido que por ejemplo La Luisiana debe su nombre a colonos franceses. Asimismo, que en Córdoba quedaba un pueblo donde la ascendencia alemana era evidente por el fenotipo de sus pobladores, que había quedado más marcado, supongo que por la endogamia. Pero no me he enterado nunca del nombre.... ¿Sabes algo?

    También hay una suerte de leyenda de que los descendientes de esos "flamencos" serían los quinquis, al estilo de los tudescos ambulantes que Cervantes expone en el Quijote....

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  2. En el que caso de la Luisiana provendría de Luis y Ana, los hijos de Carlos III. Con esto de los nombres hay que tener cuidado, yo siempre pensé que Guarromán sería una españolización de algún nombre germánico y al final resulta que viene del nombre de una venta llamada Guadarromán, es decir, nombre árabe...

    De lo que dices de ese pueblo, que no sé cual sería, hay que tener mucho cuidado. La colonización fue hace ya más de 10 generaciones, y visto lo visto, resulta difícil que se den esos casos tan concretos en un entorno tan diferenciado. Pero sería cuestión de estudiarlo, aunque he leido por ahi que en Fuente Carreteros siguen celebrando el baile del oso tal y como celebran la pascua en el Tirol.

    Lo de los quinquis es interesante, no tanto porque pueda ser tal y como dices, sino porque ellos nos demuestran en época contemporánea cómo un grupo puede mantenerse relativamente aislado del resto y al mismo tiempo ir acogiendo en su seno a gente de otros orígenes.

    Por lo que sé, lo más probable es que los quinquis fuesen gitanos centroeuropeos (que no son calé, o sea, negros) muy mezclados con eslavos, perteneciente a los kalderash, y que irían penetrando en España durante las dos guerras mundiales, especialmente la primera.

    Ten en cuenta que el sur de Alemania, Polonia, Hungría, Rumanía, etc, fueron zonas muy pobladas de gitanos y que ese fue el campo de batalla central durante las guerras europeas. Las limpiezas étnicas como las de los nazis los movió hacia el este (por eso hay tantos en Rumanía, pero para los rumanos vienen de Hungría estos gitanos nuevos, como para nosotros los portugueses hace unas décadas o ahora los propios rumanos) y hacia el oeste, pasando a Francia y en última instancia España.

    Aquí perderían su romanó, por el esfuerzo que supone adaptarse a un país nuevo estando disgregados, pero se han detectado palabras del romanó kalderash que son usadas por los mercheros y no por los gitanos.

    El nomadismo, esas notas marginales en el libro de la historia...

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  3. Vaya, interesante. El caso es que tengo entendido que la primera referencia a los "quinquis" o "quincalleros" es de la Guardia Civil en Valencia y a finales del XIX. También se decía que conservaban palabras de un castellano como arcaizante y hasta algún préstamo del vasco y del lenguaje de germanías. En la wikipedia hay datos curiosos. Y ellos no consideran ni gitanos ni "payos".... Y de hecho siempre se han llevado a matar con los "calés".

    https://es.wikipedia.org/wiki/Merchero

    Aunque como en el caso gitano, más bien tiene toda la pinta de un mestizaje.

    Y lo curioso es que la música que se ha asociado a lo quinqui a través del cine ha sido la rumba, y en muchos casos, "mal hecha".... En fin...

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    1. Claro, pero ellos no son quincalleros, son mercheros. Lo de quincallero es un término relacionado con su labor (o como se diría kalderash en germanía), un exónimo.

      Lo de que se lleven mal con los gitanos se debe muy probablemente a esa conciencia de ser dos grupos distintos, y es que los gitanos españoles, los negros o calé, son muy distintos al resto de Europa, porque llevan siglos aislados del resto.

      Sucede con los gitanos catalanes, probablemente llegados tras las guerras napoleónicas, que se sienten de un grupo aparte de los andaluces. En el censo de Floridablanca daba que casi todos los gitanos españoles estaban asentados aquií, lo cual no significa tanto que casi todos fueran como andaluces como que aquí se habían asentado y en otros lugares seguían siendo andarríos.

      Un tema fascinante todo esto. La pena de los mercheros es que están a punto de desaparecer y habría hecho falta coger a algunos ancianos y hacerles pruebas genéticas para ver su entronque.

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    2. ¿Conoces la Taberna Fantastica de Alfonso Sastre? Ahí el mundo merchero queda retratado de manera exhuberante en los lingüistico.
      Se hizo una pelicula genial, muy teatral, con el Brujo, Agustin Gonzalez y Juan Luis Galiardo... Yo la tengo y se ve horrible (ripeado de un VHS) pero es un documento divertidisimo.
      Si te interesase la podría meter en dropbox o algo.

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